miércoles, 4 de febrero de 2015

ARTE JAPONÉS CONTEMPORÁNEO ACTUAL – Conferencia.



Con retraso mexicano y no precisamente japonés comenzó la charla que ofrecieron Lic. Akiko Takeuchi, Lic. Kurumi Wakagi y Mtro. Jumpei Ueda el día de ayer en la escuela de artes de Mexicali, en la que una vez más gracias a la labor del maestro Teruaki Yamaguchi, se recibe creadores japoneses que complementan, diría yo, de manera muy positiva a la formación de los alumnos de la escuela.

Tras unos minutos de retraso y unas fallas técnicas aparecieron en la sala los tres artistas japoneses. Muy jóvenes, jovensísimos, diría yo. Los cuales se veían impacientes en comenzar a compartir sus proyectos y que pudimos conocer gracias a la traducción simultánea que efectuó el maestro Teruaki.

Jumpei Ueda, el primero al turno y el que a simple vista parecer ser una persona callada, reflexiva, crítica, sorprendió al auditorio con un saludo en español. –Hola, me gusta mucho México, estoy muy feliz de regresar-. Y es que esta es la segunda ocasión en la que el maestro Jumpei visita la escuela, la primera, como explicó Cesar Castro en su presentación: Durmió durante cuatro días en los talleres de cerámica de la escuela; para asegurarse de que las piezas que los maestros habían desarrollado durante su taller no se estropearan.

Sorprende la labor en cerámica del maestro Jumpei. Una notable serie de teteras, en las que el maestro reflexiona sobre diferentes temas como el espacio o la sexualidad. Increíbles sus experimentos al hornear el material a ¨altas temperaturas¨ en el que según se explicó la cerámica sufre contracciones, las cuales el maestro aprovechó para reproducir una escultura de su cabeza en una sucesión de volúmenes. Uno más pequeño que el anterior, los cuales puestos en secuencia parecen desaparecer.

Aikio Takeuchi, la segunda al turno. Pequeña, menuda, callada, introspectiva. Quizá el trabajo de Akiko me pareció el más revlexivo, el más inquietante. Durante su breve explicación pudimos apreciar una serie de dibujos y pinturas de notable color. No pude evitar en comparar dichas piezas con el trabajo del nacional Chucho Reyes, pintor de paleta colorida y trazos animados del siglo pasado. Aún y cuando el trabajo de Akiko me pareció increíble, siento que a la explicación del mismo le hizo falta un énfasis en sus procesos o su método de trabajo, atribuyo dicha explicación a su carácter, que como ya lo dije parece ser totalmente introspectivo. Quizá sus procesos igualmente lo sean.

 Kurumi Wakagi, la tercera y última en hablar. Si Akiko Takeuchi cuenta con una personalidad seria, me atrevería a decir que Kurumi Wakagi es la cara opuesta de la moneda. Notable desde su aparición su sonrisa contagiosa. Kurumi tiene un corte de pelo con el que podríamos imaginar a una chica japonesa promedio, sin embargo sorprende al ver que en la parte de la nuca lleva pintado un personaje con una cara de sorpresa, de manera que todo el conjunto, al ser visto desde atrás da la apariencia de ser otra persona.

A pesar de dos increíbles grabados realizados mediante la técnica de la ¨placa perdida¨, los cuales fueron mostrados por la artista al iniciar su charla, me pareció que el trabajo de Kurumi es fundamentalmente social. La labor que más sorprende es la del ya mencionado rostro en su nuca, en el que además de utilizarlo como chivo expiatorio en situaciones en las que hizo algo mal, renta a personas que, tras pagar una suma de 10 Dlls estadounidenses, son retratados en la nuca de Kurumi cuando viaja, a su vez ella envía fotografías de dicho retrato en los lugares que visita, ideal para todos aquellos que no les guste viajar, pero que de alguna manera quieren conocer, al menos en forma de retrato pintado en la nuca de una artista japonesa, algún lugar del mundo.

Concluiré con que me pareció muy valioso el trabajo compartido con los presentes y estoy de acuerdo con el Arq. Benjamín Olea, el cual también estaba presente y que agradeció a los artistas por lo compartido con la comunidad estudiantil.

Finalmente cito al maestro Teruaki Yamaguchi de manera no textual, que hacía una especie de cita reflexiva en la que hace una comparación muy bella entre el arte occidental y el japonés. En el que sostenía que los artistas occidentales, por lo general, hablan de lo que les está pasando en su entorno. Mientras que los artistas japoneses tratan los temas de la misma manera en la que está construido un templo sintoísta: en la entrada encuentras un arco, detrás de él no hay más que un mar o una montaña. 

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